domingo, 8 de noviembre de 2015

Dar el pecho no es lo mejor, por la Doctora Ibone Olza


                                                                           

 

Hace tiempo ya que tengo deseos e intención de escribir sobre la “obligación aparente de dar el pecho”, y el sentimiento de culpa que puede surgirle a una madre, deseosa de hacerlo, cuando nazca su bebé, y que finalmente, por el motivo que sea, no logra hacerlo. Pero también, de aquellas mamás que "eligen" no hacerlo (en ocasiones sintiéndose obligadas a dar el biberón, por las dificultades diversas, como las laborales, para dar el pecho a su bebé), o porque les supone una dificultad personal o emocional (por cualquier causa).
Pensaba en cómo redactarlo, con la mayor sensibilidad y mi sentido respeto hacia TODAS las madres, no sólo hacia un grupo de éstas, tanto las que dan el pecho, como las que no lo han dado ( reitero, ¡¡ por el motivo que sea !!: por elección propia o por dificultades alrededor de la lactancia).
Recuerdo como una colega me relataba que en un grupo de asesoramiento sobre crianza (asociado a una reconocida clínica de maternidad, que ofrecía “partos respetados”), al que asistía, las madres que no daban el pecho sentían cierto rechazo, y acababan dejándolo.
Hace años, cuando aún mi hija Sara no había nacido, comencé a interesarme por la lactancia materna. Deseaba fervientemente dar el pecho a mi futuro/a hijo/a. Leí, me informé, y finalmente cuando mi hija estaba cerca de nacer,  adquirí posibles herramientas que pudieran ayudarme si surgiesen dificultades (sabiendo o creyendo, que por vivir en un país extranjero, éstas complicaciones pudiera ser que tuviese que ser yo misma quién satisfaciera la forma de solucionarlas, al menos inicialmente).
Mi hija nació, …, sin embargo no pude darle el pecho. Aquello me produjo mucha tristeza, y apareció el sentimiento de culpa que os nombraba. “Lo intenté todo”, me decía, “lo estoy haciendo bien, le estoy dando el biberón como si del pecho se tratara” (hablo de ello en una entrada de este blog, en 2012, y que  titulé así “Dar el biberóncomo si fuera el pecho”. Esto último me ayudó, pero no fue hasta que lo trabajé terapéuticamente, con mi comadrona que pude trabajarme ese sentimiento de culpa, afrontarlo abiertamente y elaborarlo, así  éste desapareció, dejándome  libre de ser la madre de mi hija tal y como lo estaba siendo, "sin taras supuestas" en mi maternidad.
Quiero aclarar algo que considero sumamente  relevante, que es sólo una pequeña muestra de la altísima calidad en la atención sanitaria en Suiza (como he podido comprobar, especialmente, en materia de maternidad, con mujeres embarazadas y con los menores). En este país, después del parto viene una comadrona a asistirte a casa, para supervisar la evolución de la madre, la relación de la mamá con su bebé, solucionarte posibles dudas, asesorarte, apoyarte y acompañarte, algo que es una grandísima ayuda, y que sería formidable se instalara en el servicio de salud español). Y que “casualmente” (no creo en las casualidades, …, sino en que las cosas suceden por/para algo)  en mi caso, mi comadrona era una gran mujer, no sólo profesional, una luchadora inmigrante, que había conseguido ejercer su profesión en un país que no es el suyo, y que además era terapeuta de traumas por parto, usando el método EMDR, lo que fue una algo totalmente significativo en mi historia con mi niña, y por tanto, para nuestra familia.
Así que … no es casual que en Suiza haya una Asociación de Psicología Perinatal, como ya me informé, a través de la AEPP (Asociación Española de Psicología Perinatal) antes de venirnos a vivir a nuestro país de acogida.  Esto es una muestra más de su gran calidad en la atención a la mujer embarazada y a los niños, como os decía.

 
… Y volviendo a lo que os nombraba de hablar sobre mi deseo de escribir sobre “dar el pecho”. Una persona muy relevante para mí, a quién quiero mucho, me dijo “Mar, tranquila, …, déjalo ir, dar el pecho en ocasiones está como convertido en lo único, lo mejor, de alguna forma sobrevalorado, en el sentido de que si no lo das, parece que estés haciendo algo mal como madre, que le estás robando algo a tu hijo/a, pero mírala, Sara es feliz”… Y así era, así es, sólo había que ver lo alegre que era, es, desde bien bebé, su carita de felicidad, de satisfacción.
Parece que una madre que no ha dado el pecho, y lo deseaba, o sin desearlo pero escuchando siempre el mensaje de que “dar el pecho es lo mejor” (¿por tanto también las madres que lo dan son las mejores, y las que no son “malas”?) tiene que perdonarse, porque aunque lo haya intentado todo, no lo ha conseguido, ni aún con ayuda (debido a determinadas circunstancias, por ejemplo).  O, si ha elegido no hacerlo, por el motivo que sea, entonces, quizás, sin ni darse cuenta del todo, cargue con cierto sentimiento de culpa, que pueda costarle incluso reconocerse, si esto le causa dolor, llevándole a sentir en ocasiones que entonces   "es peor”, porque “ni siquiera lo ha intentado”, “porque ha decidido ser egoísta y no ha primado lo que supuestamente era mejor para su hija/o…”.
Esas primeras semanas, incluso meses, tenía presente el ejemplo de una gran colega, y mejor madre, que había criado a sus tres hijos, sin darle el pecho ( el qué había pasado tras esta "supuesta decisión" no lo hablamos profundamente hasta después de nacer Sara, al hablarle de mis propias dificultades; hablar "en voz alta" de estas dificultades de la maternidad, en el puerperio, reconocerlas, no es fácil...como dice Ibone Olza ), y cuya relación con ellos era/es magnífica… Recordar esto, y que estaba dando el biberón, como si fuera el pecho, me ayudaba.
Finalmente, tras esos encuentros terapéuticos con mi comadrona, mi culpa, al trabajarla, desapareció, lo que me hizo  sentirme COMPLETA como madre. ¡¡ Gracias Gara !!, como ya te he dicho desde lo más profundo de mi ser, pues me ayudaste a ser la madre que deseaba, con tu apoyo. No una madre "reducida" porque a pesar de mi amor, de querer lo mejor para ella, yo no había podido hacerlo, fuiste una gran facilitadora de la sensación de restaurar mi respeto a mi cuerpo, de sentir "que nada estaba mal en mí" , me ayudaste  en mis darme cuenta, a sacar esa tristeza de mí y volver a sentirme verdaderamente feliz, lo que sí fue significativo para mí, mi pequeña, y nuestra familia, frente a mi anterior sentimiento de carencia.
Así que, cuando hoy mismo he leído un artículo de Ibone Olza, que me ha encantado, maravillado, pues es como si explicase todo aquello que siento, y quería plasmar en mi entrada,  que no terminaba de saber cómo hacerlo (especialmente porque no quería dañar la sensibilidad de ninguna madre, no quería dividir a las madres, ni enfrentar a éstas) he decidido inmediatamente compartirlo en mi blog, pues considero totalmente necesario su reproducción, que llegue a todas las mujeres embarazadas, y a madres que aún no han restaurado o elaborado este episodio de su vida, que quizás pudo ser una "pérdida" para ellas en su maternidad. Por ello reproduzco estas palabras de la Doctora Ibone Olza, “como si fueran mías”, en el sentido de que me siento totalmente representada en sus palabras, en lo que siento y pienso, como si fueran totalmente mías:
Desde luego que angustiar o amenazar a las madres que optan por no dar el pecho no es la manera de promover la lactancia materna, sino más bien de enfrentar y dividir una vez más al colectivo de mujeres madres y probablemente a la sociedad. Dar el pecho no es lo mejor, pero sí lo normal (como bien dice en su blog la lactivista Patricia López Izquierdo ). La leche materna es el mejor alimento para los más pequeños, pero dar el pecho no es siempre lo mejor: a veces, por desgracia, es lo más difícil”.
“…defender y apoyar la lactancia materna: ser lactivista. Pero no como sacrificio ni como martirio, sino como fuente de placer y bienestar… Por gusto, por salud, por disfrute”. “La leche materna es el mejor alimento para los bebés, pero dar el pecho no es siempre lo mejor”.
 La doctora nombra alguna de las dificultades asociadas en determinadas problemáticas, que hacen muy complejo y en ocasiones llega a imposibilitar dar el pecho a tu hijo/a, aunque no especifica otras como posibles problemas de salud de la madre, o estrés psicológico de ésta (asociado a problemas en el embarazo, la gestación, el parto, o en el bebé tras nacer éste).
Si todas esas madres considerasen la lactancia materna como la única buena opción para “darles los mejor” a sus hijos, a nivel emocional (ya no sólo alimenticio), estaríamos añadiéndoles una presión a su ya quizás estado psicológico-emocional complicado en esos momentos tan difíciles para ellas (y para los padres) y dificultando aún más que la dar el pecho sea aún más una labor muy estresante para la madre. Provocando que lo supuestamente mejor para el bebé no lo sea, pues lo realmente sano para éste, no depende del tipo de lactancia que se le dé, sino de la relación que se cree entre la díada mamá-bebé, y ésta puede ser muy saludable aún si no se le da el pecho (siempre que esa relación sea cuidada por la madre así como respetada por el entorno que rodea a ésta, tanto familiar como por los profesionales que la supervisan).
Así lo sentí yo, en el ámbito tanto del hospital, por todos sus excelentes profesionales, como después en casa, por mi magnífica matrona, que estuvo apoyándome, sosteniéndome, conteniéndome, en todo momento, ante mi deseo   de dar el pecho, durante semanas, hasta llegar a hacerlo igualmente, cuando tras éste intento , me ayudó a aceptar mi imposibilidad para hacerlo, y a transcurrir a la nueva decisión de darle el biberón, como si fuera el pecho, como había hecho hasta ese momento, pero ahora ya como algo “definitivo” (no intentándolo compaginar con  darle el pecho previamente, en cada toma). Mi sentimiento de culpa porque “algo no funcionaba bien en mí, en mi cuerpo” era algo que no estaba asociado al magnífico trato que recibí, ni a toda la ayuda, sino en gran parte a mi experiencia por tres embarazos previos en los que había perdido a mis amados hijos, y que continuó tras el parto, por esta gran frustración de sentir que me estaba perdiendo toda la experiencia de darle el pecho a mi hija, y no poder darle a ella “lo mejor”.
Así que no fue hasta superado este episodio, que pude darme cuenta, y ser del todo consciente, que la manera tan amorosa en que estaba dando el biberón a mi niña, como si fuera el pecho, estaba siendo igualmente maravilloso para nosotras, para mi hija y para mí, en cada toma, y cómo con estos preciosos encuentros, estábamos creando también nuestra bonita relación, …, hasta que posteriormente descubrí que el vínculo que habíamos coconstruido, juntas, era  inicialmente gracias a esta vivencia, y al magnífico apoyo de mi marido para hacerlo.
 
 
 
Os recomiendo  la lectura del artículo “El pecho no es lo mejor” , de la Doctora Ibone Olza, que os reescribo en su totalidad a continuación.

(Este texto es el primer capítulo de mi libro Lactivista, publicado por la editorial ObStare en 2013. Estaba colgado en otro blog pero hasta ahora no lo había publicado aquí. He considerado que era el momento de colgarlo, tras leer en los últimos tiempos algunos textos sobre el tema con títulos lamentables).

Hay madres que han intentado amamantar y lo han dejado a la semana del parto, con grietas en los pezones y dolor en el alma. Madres seropositivas que han optado por la lactancia artificial para excluir por completo la posibilidad de transmitir el VIH a sus bebés por la leche. Madres que sufrieron abusos sexuales en su infancia y a las que la sola idea de que el bebé succione su pecho les produce un profundo malestar. Madres anoréxicas o bulímicas a las que alimentar a sus bebés les supondrá un esfuerzo gigantesco y tal vez una recaída. Madres que son maltratadas en sus partos y que salen del paritorio anuladas y sin ninguna energía para poder sostener a sus bebés. Madres que adoptan y madres que consiguen serlo tras haber superado un cáncer.

 Son infinitas las razones por las que una madre puede decidir no amamantar y cada una de ellas merece el máximo respeto. Lo que verdaderamente necesitan todos los recién nacidos sin excepción es sentirse queridos, no sólo por sus madres sino por toda una familia o comunidad. Las madres siempre necesitan respeto, apoyo y reconocimiento.

Si amamantar se convierte en una obligación o en un mandato, apaga y vámonos. Si hay madres que se sienten criticadas, juzgadas o rechazadas por decidir no amamantar lo estamos haciendo mal las y los que defendemos las bondades de la lactancia materna. Cada madre sabe qué es lo mejor para ella y para su bebé. Las circunstancias pueden ser tremendamente complejas. Ha llegado el momento de que hagamos una reflexión profunda. El mensaje que estamos dando los que promovemos la lactancia debe ser cambiado, o al menos matizado.

Como lactivista me preocupa mucho que la defensa de la lactancia materna pueda hacer que las madres que no han dado el pecho se sientan mal, culpabilizadas o angustiadas por la salud de sus hijos e hijas. Decir que el pecho es lo mejor es señalar o culpabilizar de alguna forma a las madres que no optan por el amamantamiento. Cuando ponemos el superlativo, lo mejor, damos en cierto modo a entender por la disyuntiva que no darlo es lo peor. ¿Qué madre no quiere lo mejor para su bebé? En ocasiones lo mejor es enemigo de lo bueno.

 Entre el 2004 y el 2006 la agencia pública de Salud de la Mujer del Departamento de Salud estadounidense lanzó una agresiva campaña para promover la lactancia materna. Se centraba en alertar los riesgos de la lactancia artificial. La campaña se difundió en todos los medios y llegó a incluir imágenes de mujeres embarazadas subidas a un toro mecánico con el titular: “Nunca correrías esos riesgos embarazada, ¿por qué hacerlo una vez que el bebé ha nacido?” Joan B. Wolf, profesora de estudios de género en la Universidad de Texas realizó un análisis muy crítico de la campaña. Para ella esta se incluía en algo más amplio: la presión para la “maternidad total”. Una especie de código moral que presiona a las madres para que sean expertas en todo, en cada una de las dimensiones de la vida de sus bebés, comenzando desde el útero, renunciando a su individualidad o quedando reducidas a meras sirvientas cuya tarea principal consiste en proteger a sus criaturas de todos los riesgos. Wolf se preguntaba además si era ético provocar miedo y ansiedad a las madres para intentar que amamanten y cuestionaba las, según ella, presuntas ventajas de la lactancia materna, criticando la metodología de los estudios que le parecían poco rigurosos (Wolf, 2007).

Desde luego que angustiar o amenazar a las madres que optan por no dar el pecho no es la manera de promover la lactancia materna, sino más bien de enfrentar y dividir una vez más al colectivo de mujeres madres y probablemente a la sociedad. Dar el pecho no es lo mejor, pero sí lo normal (como bien dice en su blog la lactivista Patricia López Izquierdo ). La leche materna es el mejor alimento para los más pequeños, pero dar el pecho no es siempre lo mejor: a veces, por desgracia, es lo más difícil.

Hay un grupo de apoyo en internet para las madres que optan por la lactancia artificial. “Fearless Formula Feeder” es un grupo de apoyo en la alimentación de lactante, fundado por Suzanne Barston. Merece la pena escuchar a las madres que dan el biberón, como se han sentido juzgadas por algunos profesionales sanitarios o avergonzadas al dar el biberón en según qué lugares.

El problema es que hay muchos intereses ocultos que pueden condicionar la libre elección de las madres. El negocio que supone para la industria farmacéutica y alimentaria el mercado de la lactancia artificial es incalculable. Y esa industria tiene unos tentáculos alargados que llegan mucho más lejos de lo que se podría imaginar, de maneras invisibles o sutiles.

Para empezar, el negocio de la leche de fórmula campó a sus anchas durante la segunda mitad del siglo pasado erradicando casi por completo la cultura tradicional del amamantamiento.
“Formula feeding is the longest lasting uncontrolled experiment lacking informed consent in the history of medicine.”

O lo que es lo mismo: la lactancia artificial es el experimento más duradero sin grupo control ni consentimiento informado en la historia de la medicina. La frase es de Frank Oski (1932-1996), que fue catedrático de pediatría de la John Hospkins y editor de la prestigiosa revista Pediatrics. Todavía a día de hoy es difícil conocer las consecuencias a largo plazo de la introducción masiva de la lactancia artificial como manera de alimentar a los bebés a partir de los años cincuenta y sesenta en el mundo occidental.

 Eso generó que actualmente sean una minoría las mujeres adultas que han sido amamantadas en su infancia o que han visto lactancias gozosas en su entorno. Amamantar es mucho más fácil si has crecido viendo a muchos bebés y niños o niñas tomando el pecho en cualquier lugar, a todas horas y de cualquier manera. Intentarlo sin haber conocido de cerca otras lactancias puede ser muy difícil.
Por otra parte, aunque a menudo se ha mencionado la introducción de la lactancia artificial como uno de los avances que permitió a muchas mujeres la incorporación al mercado laboral, en realidad este supuesto avance tiene poco de liberación, y mucho de sumisión a una lógica capitalista que actúa en contra de los deseos de madres y criaturas.

Paradójicamente conforme avanzó la liberación de la mujer se incrementó la presión sobre el cuerpo de las mujeres. Lo que seguramente no tenga tanto de paradoja y sí mucho de lógica. Se trata más bien de un desplazamiento de la presión que la hace más sutil e invisible: ahora somos nosotras mismas las que interiorizamos y ejercemos la presión dañando “libremente” nuestros cuerpos. Como dice la feminista Naomi Wolf, “la dieta es el sedante más potente de la historia de las mujeres”. Y así en este mundo prácticamente todas las mujeres estamos expuestas diariamente a imágenes y mensajes que nos recuerdan que más delgadas, más altas, más rubias, más blancas, con menos pelos y menos arrugas estaríamos mejor…¿Quién puede pensar que en semejante contexto una elección como no dar el pecho sea siempre un acto de libertad? ¿Es realmente libre la mujer que elige ponerse implantes de silicona en el pecho para sentirse mejor, más aceptada o más deseada?¿O está por el contrario totalmente sometida a una cultura alienante que la anula diariamente de diversas formas sutiles y perversas? (Hablando de perversión, merecería la pena mencionar a los médicos que en vez de respetar el principio de no hacer daño de la medicina (“Primum non noccere”) operan a mujeres totalmente sanas recortando, amputando, mutilando o plastificando las carnes de sus órganos sexuales, ya sean los pechos o incluso los genitales externos).

 Sueño con un mundo en el que ninguna mujer odie su cuerpo. La presión actual sobre los cuerpos de las mujeres se ensaña especialmente con las madres: debemos borrar las huellas del embarazo cuanto antes de nuestros cuerpos.

 Ser madre hoy en día, en esta sociedad patriarcal y capitalista no es nada fácil. La presión, como decía, es brutal y al mismo tiempo invisible. Las portadas habituales de las revistas del corazón nos recuerdan los estereotipos más actuales: “Fulanita recupera el tipazo a las cuatro semanas de dar a luz”. Borrar las huellas del embarazo en el cuerpo, junto con una idealización ñoña de la maternidad, que infantiliza y simplifica al máximo la complejidad de un momento vital de intensidad absoluta. “Tengo un bebé muy bueno que duerme toda la noche”. “La experiencia más maravillosa de mi vida”. No caben las ambivalencias, ninguna mujer reconocerá públicamente las dificultades, las soledades, los miedos o los agobios normales en el puerperio.

 Escuchando cotidianamente a las madres compruebo lo difícil que puede ser la lactancia. Entiendo que muchas no quieran dar el pecho más allá de las primeras semanas o primeros meses. Me desespero al comprobar el escaso apoyo que encuentran las madres cuando tienen dificultades severas con el amamantamiento: las grietas, el dolor o la depresión raramente son tratadas eficazmente. Sí, te dicen que des el pecho pero casi nadie sabe cómo ayudarte con los problemas que con frecuencia surgen al inicio. Dar el pecho con dolor es terrible y síntoma de que hay un problema que diagnosticar y tratar.

 Igual que conozco de primera mano lo incompatible que resulta mantener la lactancia en la mayoría de los trabajos, lo ridícula que puede resultar incluso la hora de permiso por lactancia cuando no se pueden flexibilizar horarios o trabajar desde casa. Al capitalismo sin duda le beneficia que haya tantas lactancias que terminen abruptamente por un mal asesoramiento: más negocio de leche artificial, más demanda de antibióticos, más mercado de medicamentos para muchas enfermedades cuyo riesgo aumenta con la lactancia artificial.

Soy feminista y para mí eso significa entre otras muchas cosas defender y apoyar la lactancia materna: ser lactivista. Pero no como sacrificio ni como martirio, sino como fuente de placer y bienestar… Por gusto, por salud, por disfrute. La leche materna es el mejor alimento para los bebés, pero dar el pecho no es siempre lo mejor.

Ibone Olza

viernes, 6 de noviembre de 2015

Embarazada en el extranjero y parto en Suiza, sanador.



                                                      
 
 
En anteriores entradas os he hablado de un nuevo embarazo tras pérdida gestacional o perinatal previa. También os he nombrado la experiencia de Ana Alonso Cenizo, en su artículo de la Revista Obstare (puedes leerlo en "Consolar a quién ha perdido un hijo" ), cuando aún no vivía en Suiza, tras perder a mi tercer hijo, y su dificultad de hablar del fallecimiento de su hijo nacido muerto, con su entorno de España (es miembro de OVOK Bélgica, un grupo de apoyo a padres que han perdido un hijo, y está casada con un belga, país en el que vive hace más de una década).
 
En la misma entrada os mencionaba cómo me parecía personal y profesionalmente incomprensible que en el hospital dónde me atendieron, ante mis tres pérdidas, en ninguna de estas tres ocasiones, ni aún tras conocer y temer lo que podía estar ocurriéndome, lamentablemente pues sabía ya mucho de mi problemática, y la sintomatología que indicaba la muerte de mis bebés, ni aún así, me dejaron entrar acompañada. Me parecía absolutamente inhumano. Hoy sé que en aquél hospital, una gran y reconocida profesional de Psicología Perinatal, Sara Jort , ha realizado formación con los profesionales del mismo, para trabajar cómo dar la noticia del fallecimiento de un hijo y acompañar a los padres que la han sufrido, recibiendo una muy buena aceptación estos cursos formativos. Sin embargo, no fue mi experiencia ni la de otras muchas madres (como pude escuchar cuando trabaja con madres y padres que habían pasado por la experiencia de perder a un hijo no nacido, durante su gestación).
 
Nunca creí que parir en Suiza pudiera ser sanador, así como mi nuevo embarazo tras perder a mis tres hijos, en el primer trimestre de mis embarazos.
 
Cuando os he hablado de cómo la información que la madre tiene sobre cómo puede discurrir el nuevo embarazo tras pérdida (EdP), nos he hablado fundamentalmente de la importancia del apoyo de la familia, y amigos íntimos, no tanto del trato del personal que atiende a los padres y de su relevancia, pudiendo llegar  incluso a ser  "sanador", en el acompañamiento de un nuevo embarazo tras pérdida (EdP), lo que quiero esclarecer en ésta y posteriores entradas, comenzando ahora nombrando este hecho, que continuaré explicando en los siguientes post (os pido paciencia a esas madres que vivís en Suiza, y estáis pasando por esta difícil vivencia, para poder escribir estos textos, espero que pronto, para poder acompañaros a través de mis palabras al respecto).
 
 
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